miércoles, 31 de enero de 2018

Las fauces de hormigón

Las fauces de hormigón me engullen,
vaya a donde vaya,
busque lo que busque,
de niño y de ahora.

El aliento putrefacto
y adictivo
de ciudad me rodea y me convence.
El hielo del bosque,
el agua del cielo,
las lágrimas sin contaminar
palidecen.

Sigo huyendo y acabando en mi habitación.
Sigo girando inesperadamente
y caminando el mismo camino de ayer.
Sigo gastando las suelas
sin que se gasten las calles.
Sigo dando pasos por Madrid
esperando que pase el tiempo de vivir aquí
y que se posen los primeros copos de nieve
blanca
en mi frente.

Las fauces de hormigón
no perdonan
y no abandonan
a sus acólitos.
Todos queremos irnos de la ciudad,
y todos acabamos quedándonos.
Todos prometemos huir de las aceras
y todos acabamos viviendo la ida
y la venida
en una.




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