jueves, 28 de septiembre de 2017

Hoy, mañana, ayer.

No me oirás cantar
de medias tintas,
de rotas tapas.
De revoluciones asqueadas
o de lágrimas contenidas.
De mundos olvidados
y niños partidos en dos.
De sonrisas perforadas
o de amores en reposo.
De mentes brillantes
y conocimientos sucios.
De asfaltos agrietados
o campos de trigo ardiendo.
De emociones fuertes
y esperanzas más débiles aún.

No me oirás, porque no escuchas.
Desafino porque aprender es más
difícil que fingir conocimiento.
Antes disfrutaba recorriendo la
jungla de asfalto con un bolígrafo
en una mano y palabras en la otra.
Pero ahora es sólo descampado lo
que antes era bosque de hormigón.
Ahora es aire puro lo que era diversión
y la acera se me hace entera igual.
Quizá llevo demasiado tiempo cultivando
indiferencia en las grietas que veía
en las fachadas de los demás.

Y si ya he sido víctima, y ejecutor
de vanidades.
Y si ya he muerto y asesinado
incapaz de mirar atrás
para ver un cadáver en el espejo.
Y si ya he arrojado piedras
y he recibido pedradas sólo
por atreverme a insultarme a
mí mismo.
Y si ya he atravesado océanos de
mentiras, y si ya me he ahogado
en verdades demasiado densas
para atreverme a respirar su contenido.
Y si ya he mirado con odio a la vida,
y si ya me he visto despreciado
por errores que no recuerdo
y aciertos que no soporto.
Y si ya he sido yo,
y si ya me he visto desde fuera.
Y si ya me he rendido,
y si aún no he empezado a intentar
avanzar.
Y si ya he cortado al árbol de mis padres
para ver cuántos anillos había atravesados
en sus dedos.
Y si ya he visto arder sus manos,
lanzando chispas de traición y tristeza,
mirándome con pena creyendo que con
un muro olvidaría.
Y si ya he partido los huesos de todos
los que me querían, y si ya he fallado
al intentar arreglar los pocos que no huyeron.
Y si ya lo he intentado,
y si ya he fracasado,
y si ya he visto arder el mundo,
y si no tengo ni las ganas,
ni la obligación,
de repararlo,
no me queda más camino,
no me queda más opción
que despedirme.



martes, 19 de septiembre de 2017

Robado o perdido

Aquí estamos. ¿Qué queréis?
Aquí estamos, esperando
al mundo nuevo que libremente
prometisteis y que, libremente,
habéis robado.

Aquí estamos. Confiábamos.
Aquí estamos juntando plata
y sudor para fundir el metal
en un abrazo y los cuerpos
en esculturas oxidadas.

Aquí estamos. Conteniendo 
nuestra ira en pequeños
trozos a los que llamamos,
ignorantes, esperanza.

Aquí estamos. Gargantas rajadas.
Llamando con grito esclavo
al Cuba Libre. Intentando
pegar con pegamento seco
vuestras promesas.

Aquí estamos. Abandonados.
Aquí estamos solos en un mundo
que nos prometió el cielo
y que ahora espera nos 
contentemos con no 
acabar en el infierno.

Aquí estamos. Balbuceando.
Labios partidos unidos
en besos de arena.
Lenguas que no entendemos
y compartimos, entrelazadas.

Aquí estamos. ¿A qué esperas?
La juventud rebelde ha hecho
de su rebeldía identidad.
La juventud embargada ha 
olvidado los conceptos
que usabais como amenazas.

Aquí estamos. ¿A qué esperas?
La juventud olvidada llama
a vuestra puerta, vestida
de recordatorio y de armadura
y de venganza.
La juventud desnuda llora alegre
de no llevar puestas las
prendas de vuestra venganza.

Aquí estamos. Aquí sentimos.
Aquí gritamos. Aquí llamamos
a quien nos quiera oír.
Los perdidos, los que quedaron
a medio trecho, los que no
llegaron a empezar, los que 
acabamos bien, pero no lo 
suficiente. Aquí estamos.

Aquí estamos y aquí decimos.
¿En qué parte del camino
dejamos de ser tan buenos
como vosotros?

viernes, 15 de septiembre de 2017

El miedo a ser uno de ellos

Y aquí quedo, tumbado.
Sin culpa ni gracia.
Sin tiempo ni ganas.
Sin aspirar a más
y esperando que el sonido
de mi respiración
pueda vencer al sueño
que me persigue.

Me acompaña una batería
fuera de tempo, una de
soldados que carga contra
un enemigo ciego e ignorante,
y otra que intenta hacer
avanzar un motor que lleva
demasiado tiempo roto.
Todas, todas están cubiertas
de óxido, de olvido cobrizo,
de palmadas en la espalda
que quedaron en tan poco.

Sé que debería sonreír por
todo lo que tengo pero
no puedo.
Sé que debería fustigarme por
las sonrisas y culparme por
las lágrimas.
Sé que lo que me habéis dado
es un regalo envenenado,
y aún así lo acepto agradecido.

Pero aquí sigo, sin moverme.
Atenazado por el miedo
o con temor a que el miedo
me asalte por sorpresa.
Hoy el cielo está parcheado de
añil y blanco.
De vez en cuando, entre las nubes
se ve el tenue resplandor de
una estrella que pugna por
hacerse notar, que ve su intento
destruido por criaturas suaves
e inofensivas.

Quizás no debería alzar tantos
muros a mi alrededor,
quizás no debería sentir para
adentro.
Quizás no debería pensar para
fuera.
Quizás debería abrir mis puertas
y que entrara quien quisiese.
Pero el miedo acecha, el miedo
a no ser yo, el miedo a perderme
en la marabunta humana, el miedo
a ser uno de ellos, el miedo a ser
uno de nosotros.

Quizás no debería alzar tantos
muros.
¿Pero cómo me protegería de
los cañones, los fusiles y las personas,
si no?




miércoles, 6 de septiembre de 2017

Gracias, noche

Siento el susurro de los grillos
que transpira la constante
melodía del silencio.
Siento el aire fresco entre
mis labios, siento su caricia
helada atravesarme el corazón.
Siento la luz triste de la luna
y su reflejo alegre en la piscina.
Las lámparas de bombillas
obsoletas y los LEDs de brillo nuevo.

Cierro los ojos y me encuentro
con un paisaje oscuro.
La tenue iluminación de mil estrellas
pugna por forzar su entrada en
mi mente, pero yo le abro la puerta.
El cedro anciano acompaña
con cariño al ciprés balbuceante,
el nogal llama con gritos callados
a la pícea, que le responde
con el frotar de hojas y el
sentir de raíces profundas y ancianas.

Abro los ojos y la oscuridad se ha
hecho noche. El viento, caricia
y el cielo, extensión infinita
de áspera y verde hierba.
Mis pies se asientan sobre un
tapiz sin fondo de luces vivas.
Mi mundo se invierte y soy
incapaz de notar la diferencia.
La hiedra se erige en imponente
muro de abundancia.
Mis ojos se aclimatan a este mundo
de maravilla, y las maravillas
se me hacen terriblemente familiares.

Sonrío porque sé que, aunque
espectador participo en
mi creación. La pájaros
llevan horas sin piar porque
saben que han entrado en
tierra del sosiego.
Sonrío porque sé que es hermoso
y escaso y mío. Pero mío y regalado.
Sonrío porque veo alzarse a los
pinos como intentando llegar un cielo
demasiado lejano.
Y sonrío porque veo al cielo
extender una mano compasiva
para acariciar a sus hijos.
Espero que nuestro mundo
se a digno. Espero que nuestro
mundo se haga digno.

Si cierras los ojos, la nariz y la boca,
si cierras las manos muy fuerte
y haces de tu mundo concentración,
se oye en la lejanía el susurro
borboteante del arroyo que
me acompaña, sin hacer ruido,
sin pedir nada, sin llamar la atención,
cada día. Cada noche.
Gracias. Gracias por tu silencio y
gracias por tu sonido.

La noche cae sobre mí como mis
pensamientos sobre tí, y sé que es
hora de dejar mi lugar a otro
soñador.
En los extremos de mis labios
esgrimo una sonrisa como escondida.
Sé que debo irme y sé que lo único
que me llevo es una curva oculta
en mi rostro.

Nunca quise nada más.

Gracias, noche.
Mi cuerpo se va, mi  mente se va.
Pero mis palabras permanecen.

Espero que sea suficiente.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Ayuda

No quiero hablar de angustias
pero no me queda más opción.
A veces creo que pienso demasiado
aunque no sé si es posible siquiera.

Me quedan tantas cosas por hacer,
me quedan tantas cosas por sentir,
pero el fracaso siempre me acecha
por detrás, de la mano del miedo.

Sé que tengo que dejar atrás los
"y si" pero se me hace muy difícil.
No sé dar pasos adelante, no sé
perder y no puedo ganar.

Me dicen que mejora con el tiempo
pero de momento no lo ha hecho,
y los meses se me pasan tan rápido,
que cuando me llega el momento
de gritar ya no vale la pena.

Ya no sé qué hacer, qué no hacer.
Necesito ayuda pero no la sé aceptar.
Mi fachada de seguridad y confianza
se está quebrando.
Si no puedo mentir ni a los demás
ni a mí mismo, solo me queda
encarar la verdad:
Estoy perdido. No sé a donde ir
y no se caminar. No soy fuerte.
No soy sabio. No estoy satisfecho.
Miento. A todos. Lo siento.
Me haría promesas pero no las
sé cumplir.
No me encuentro.
No me busco.
Ayuda.



sábado, 2 de septiembre de 2017

Un invierno quemado

No hubiera sospechado, jamás
que de entonces, a ahora
me vería entre muertos colgado,
con la lanza del cobarde
en mi costado,
con el alma tan vacía
y con los labios congelados.

No hubiera creído, jamás
que de antes hasta luego
vería ardiendo los árboles
que cometí el error de plantar.
Que vería al leñador
intentando apagar
con lágrimas, el fuego.

Y acabé por dar fe, al final
de los huesos calcinados
del verdugo y sus víctimas.
Indiferenciados.
Del cadáver inmortal,
junto a la cruz carbonizada,
el invierno quemado,
la llama de vida alzada,
un hombre muerto,
un hombre vivo,
un hombre cansado.