Demasiado tiempo atados por
cadenas adultas. No nos gustan
y os lo hacemos saber lo mejor
que podemos. Riendo por no
llorar. Llorando por no
gritar. Gritando por no parecer
demasiado humanos.
Los niños llevan. Llevamos.
Una mochila de responsabilidades
inmerecidas que pesa demasiado.
Llevamos un estuche de madurez
vacío y presente. Llevamos
lápices negros para pintar
en tonos de gris un mundo
demasiado colorido.
Llevamos bolígrafos que no se
borran. Consecuencias demasiado
permanentes para ser nuestras.
Elecciones demasiado importantes
para ser definitivas.
Los jóvenes llevan. Llevamos.
Vuestra culpa de regalo por
haber nacido. Vuestra crítica
tatuada por vivir en vuestro
mundo. Vuestro insulto acorazado
esperando a que hagamos algo mal
Es fácil dar alaridos desde detrás
de muros de dinero. Es fácil ser
un techo de cristal y mirar con
desprecio a los de abajo mientras
se clavan tu calderilla.
Nuestro mundo es vuestro. No nos
habéis dado nada. Las casas son
vuestras, los coches son vuestros,
el dinero es vuestro, los empleos
son vuestros. No intentéis huir de
vuestras decisiones. Si todo es vuestro,
la responsabilidad también lo es.
Nos robásteis nuestro pasado,
embargásteis nuestro presente
y ahora esperáis que os demos
las gracias por darnos hipotecas
de nuestro futuro. Pues no.
Los reyes de los 60 habéis querido
tener todo. Pues tenedlo. Todo.
El dinero, las viviendas,
la culpa, el castigo.
No somos vuestras cabezas de
turco. Si estáis tan a gusto en
vuestras silla doradas,
quedaólas.
Pero no prendáis fuego
a los jóvenes
a los jóvenes
con las chispas de vuestras
chimeneas.
Después de todo. Y como todo.
Son vuestras.
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