jueves, 26 de octubre de 2017

Con fuego

Espero poder recordar algún día lo que me dijiste en esos pocos instantes, espero que alrededor del reguero de ceniza que he ido dejando detrás mío quede algo que valga mínimamente la pena. Algo que no sea negro por el fuego y hueco por mis palabras. Espero que los consejos que arrojaste sobre mi cuerpo inmóvil sobrevivan a las llamas de mi autocondena, y que la lluvia esa que se escapa en estos meses y parece que no vuelve; pues eso, vuelva y consiga hacer barro de mis errores. Espero que limpie el aire y que vacíe mi mente de sentimientos tan insípidos como estos. Espero que el invierno enfríe mis lágrimas para que dejen de dejar surcos de ampollas en mis brazos.

En momentos como este, forzándome a mis mismo a hacer algo más que sonreír, bebiendo de la droga que son las sensaciones y susurrándome a mi mismo que nada va a salir bien, no sé por qué pero se me mete en la cabeza que la luz al final del túnel puede no ser más que un niño aburrido jugando con la linterna que su padre cometió el error de dejar encima de la mesa ese maldito día.
En momentos como este me doy cuenta de que estoy cansado de ser yo y de que me quedan aún bastantes años de aguantarme. Pero todo se aprende, y eso también. Espero.

Es cierto que en palabras todo se hace más difícil, y en palabras a medias, en palabras rotas, comprometidas y falsas, más todavía. Pero bueno. El lenguaje es el lenguaje y hay que vivir con, o de, el. Creo que ya lo he dicho, pero en momentos como este no vale la pena quedarse quieto y reflexionar sobre el error que es quedarse quieto. Me gustaría andar pero tengo los pies atados y no llego a las cuerdas. Con fuego todo se quema, todo se acaba, pero creo que ya lo he sufrido las veces suficientes para saber que, con fuego, nada se arregla.

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