lunes, 15 de mayo de 2017

Gritando al papel

Hoy está muriendo.
Quedan cincuenta agónicos
minutos de día y cuento
los segundos que restan
para que acabe.

Hoy está tirado en el suelo,
apuñalado por la espalda
con la daga de mañana.
Preguntándose que por qué
ahora. Que por qué, a secas.
Que por qué tiene sus días
fijados en minutos, que
por qué le ejecutamos.
Que por qué no será
quince de mayo de dos mil
diecisiete nunca más.

Y no sabemos contestarle.
No sabemos si callar y
dejar que se aleje en silencio,
avergonzados de matarlo
pero con más miedo de que
los demás vean tristeza en
nuestros rostros. Somos esclavos
de la opinión de los demás,
y la nuestra es dueña de los otros.

Hoy se me ha pasado rápido.
He sido, he trabajado y he vivido
como son, trabajan y viven
las personas, en silencio.
Pero nadie quiere ser persona.
Todos soñamos con mentiras,
con mundos de ilusión en
los que nunca existimos callados.
En los que más que palabra
somos grito de desafío al que
se atreva a privarnos de la fantasía.

Quizá por eso escribo. Quizá
por eso leo y por eso cierro
los ojos y me veo lejos y cerca.
Quizá por eso llevo tanto tiempo
sin soñar, porque gasto mis deseos
en las palabras sobre la pantalla.
Quizá por eso veo mis párpados
negros y mi mente callada en
la oscuridad. Quizá por eso escribo,
porque el hombre es esclavo de sí
mismo, y no hay esclavo más
callado que el recuerdo de palabras
sin pronunciar sobre hojas
de papel y tinta vieja.

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