y heridas abiertas, se me
ha pasado volando
aunque intenté cortar sus alas.
Trescientos sesenta y cinco
días de sueño y llanto.
Trescientos sesenta y cinco
noches de derrota.
Tantos y tantos intentos
de dar un paso.
Y tantos y tantos muros
nuevos construidos
con piedras de los viejos.
Dos corazones rotos.
El de carne y tripas.
el de agua y azúcar,
tirado en la basura.
El de engranajes y acero
oxidado por la sangre
que caía del primero.
Ha reptado tanto tiempo
entre las cañerías de
mi casa abandonada.
Ha goteado, con dolor
y sin ritmo, tanto lodo
entre las patas de mi cama.
Y es que ahora sé, quizás
demasiado tarde, que hace
falta un espejo roto para
reflejar el mundo tal y
como es. Absurdo, parcial
afilado. Hace falta un alma
rota para hacerme y hacernos
saber que hay pena en el
fondo de tanto. Que hay
tanto, que en el fondo,
simplemente no vale
la pena.
No hay comentarios :
Publicar un comentario