sábado, 2 de septiembre de 2017

Un invierno quemado

No hubiera sospechado, jamás
que de entonces, a ahora
me vería entre muertos colgado,
con la lanza del cobarde
en mi costado,
con el alma tan vacía
y con los labios congelados.

No hubiera creído, jamás
que de antes hasta luego
vería ardiendo los árboles
que cometí el error de plantar.
Que vería al leñador
intentando apagar
con lágrimas, el fuego.

Y acabé por dar fe, al final
de los huesos calcinados
del verdugo y sus víctimas.
Indiferenciados.
Del cadáver inmortal,
junto a la cruz carbonizada,
el invierno quemado,
la llama de vida alzada,
un hombre muerto,
un hombre vivo,
un hombre cansado.




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