llevo varios siglos abriendo puertas
a mis demonios y encerrando
mis chillidos en la sala de pensar,
sigo estando y, en fin, sigo temiendo.
Se me hizo el día sin avisar y
no me quedó más opción que
perder la vista para no sacrificar
en vano el último rayo de sol.
Para no partir las baldosas con
la carga de los ojos y el dolor
que ha hecho presa de mi ventana.
Obligaciones me rodean como
buitres y sé perfectamente que
de carroñeros llevo viviendo
años de tripa y de carne; y que
de carroñeros voy a vivir hasta
mi muerte. Lo sé perfectamente
y lloro sangre por no gastar
impunemente lágrimas en
algo tan profano como el mundo.
De nuevo de me parte el
pensamiento en esquirlas de
intentos fallidos y en restos
inconclusos de esos monstruos
que han robado mi refugio
y han vendido al hombre nuevo
los fragmentos ahora muertos
de mi mente.
No hay comentarios :
Publicar un comentario