sábado, 8 de abril de 2017

Mil hermanos

Negro, todo es negro, y no
por culpa de mi vista, de mi rostro.
Vuestro día ha muerto al fin,
asesinado por los de su estirpe,
por sus amigos. Todo es negro 
porque ya no puede ser de otra forma.
Llora sangre oscura el agujero
entre las nubes. Sabe que 
un sacrificio tal no es válido
si el dolor no reclama pieza
en la victoria embadurnada.

Cambiando de tema. Ahora
que habéis cambiado el mundo,
¿os gusta lo que veis?¿Extraéis
satisfacción del sufrimiento de
vuestros opresores?¿De los que,
ahora cadáveres no son 
más que niños? Matasteis por 
no ver que la putrefacción era
vuestra, nos odiasteis por sentir
algo, aunque ese algo fuera
rabia y fuera gangrena del alma.

Ahora, habéis ganado nuestra tierra.
Vuestra tierra endeudada de
muerte y sedienta de la vida que
ya no tiene. Ahí tenéis vuestra
victoria en la guerra entre hermanos,
ahí tenéis la recompensa del
fanático. Disfrutadla. En el olvido 
del cadáver no habrá risa que
perdone en humor vuestra elección.

Entre tantos millones de caídos
ante dioses que son más nuestros
que suyos. Entre los cuerpos ardientes,
vacíos de los que se fueron antes
de llegar. Entre los hijos de la carne, 
los padres de la alegría. Entre la espada
y la mentira me decidí a morir.
Entre mi mente y vuestra bilis acabé
cayendo atravesado. 
Y no me arrepiento.


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