Me piden que lea en el altar
de un muerto que es más vuestro
que mío. En el recuerdo de un dolor
que es más mío que vuestro, y que
robé por anestesiar vuestras heridas.
Me piden que hable de abismos
que no he visto, y que haga llorar
al sufrimiento de sus víctimas.
Me piden que haga de su sangre
letras y de sus letras vacíos que
llenen sus almas llenas de nada.
Me piden, me piden que gimotee
en diferido y que parta con mis
manos los huesos de la memoria,
Me piden que haga reír a los
muertos en vida y que resucite a los
vivos en la muerte. Que devuelva a
los que se fueron y que me lleve a
los que vivieron en la muerte
de su ausencia.
Me piden que haga borrón y
cuenta nueva de lo que no olvidaremos
jamás. Y que cuente a los que quedan
que si existen es por él.
Me piden que recuerde a las
tormentas quién las hacía llevaderas.
Me piden que explique la vida partida
mejor que el cuadro de sus ojos.
Me piden que increpe a las palabras
por razones que ya tenemos
y que no queremos, bajo ningún concepto,
saber.
Me piden, me piden, me piden,
y no sé si la responsabilidad de su
memoria es acicate suficiente para
hablar de lo que fuiste. No sé si
es excusa tu partida para caer llorando
el suelo y expresar con mi tormento
lo que en versos no he podido.
No sé lo que me piden, y aunque siento,
las palabras se atragantan en su tinta
y no hay sonidos para hablar del sufrimiento.
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